Cuando salí de ver Inglorious Basterds/Malditos bastardos/Unos disparatados matanazis en la loca Francia me sentí como cuando se me pasó el efecto de tomar salvia divinorum por primera vez: no podía parar de reírme sin saber porqué y de preguntarme una y otra vez qué era lo que acababa de suceder.
Veréis, creo que he pillado el truco de Tarantino (llámalo truco, llámalo estilo). No sé si os habéis dado cuenta de que en el sexo, cuanto más retrasas el momento del orgasmo, más intenso es este. Mientras estás ahí dale que te pego puedes pensar en otra cosa, visualizar cosas horrendas mataempalmes, respirar hondo o comprobar hasta dónde eres capaz de llegar calculando potencias de dos: dos por dos es cuatro, dos por cuatro ocho... (esta última me funciona personalmente, y me suelo atascar al llegar a 2048). Bueno, pues los orgasmos de Tarantino son intensas escenas de tiroteos sangrientos que suelen durar unos pocos segundos, y no te proyecta cálculos matemáticos o lotustits (no lo busquéis en Google si estimáis vuestra salud mental) en la pantalla, sino que te lleva a través de largas y silenciosas escenas y de premonitorios y tensos diálogos que en los mejores casos se convierten en míticos y que intentan retrasar lo evidente: va a haber una sangrienta matanza.
Cuanto más tardas en correrte más potente es el orgasmo. Tarantino hace lo mismo. Te tiene en tensión, te prepara, contiene la energía todo lo posible, hasta que no puedes más, y entonces deja que todo estalle en un clímax. Sus películas son sucesiones de clímax que llevan a un clímax antológico. Lo podéis ver en Pulp Fiction, lo podéis ver en Reservoir Dogs y en Kill Bill. Y en esta ocasión se ha pasado. Es lo peor de Inglorious Basterds.
Sin embargo soy fan de Tarantino y me trago todo lo que hace (excepto Jackie Brown, que es putamierda aburridísima) así que mi veredicto no es realmente negativo. Mi criterio para distinguir las buenas películas de las malas es el siguiente: las buenas películas te hacen pensar cuando sales del cine y sigues pensando en ellas y dándoles vueltas días después. Inglorious Basterds es para mí una buena película. Si no, no estaría escribiendo esto.
Creo que existe la magia, la magick, la psicomagia. Quiero hablaros de psicomagia y clímax. El clímax de esta última película es uno de los más intensos, brutos, absurdos, mágicos y trascendentales de su carrera y de la historia del cine, así que os podréis imaginar la preparación que durante toda la película te lleva a ese momento. Eso es: diálogos largos y a veces tediosos, insoportables, como nunca los había visto en una película de Tarantino. Y yo creía que los diálogos de Deathproof eran largos. Esto es lo peor que tengo que decir de I.B. Sin embargo, en estos días que os digo he seguido analizando la película, me di cuenta de que en realidad lo agradezco y es todo un hallazgo: Tarantino ha encontrado la manera de darle al cine lo que le falta de novela. De hecho en muchas ocasiones tenía la sensación de estar leyendo una novela, reposada, detallista, sin prisa.
Sobre el clímax: has entrado en la sala con la expectativa de ver gente matando nazis a millones. "A mí me prometieron que iba a ver una matanza de nazis". Una promesa cargada de raíces psicológicas e implicaciones históricas y políticas. Bueno, no diré si eso se cumple o no, sólo diré eso: CLÍMAX.
Psicomagia. El arte de curar o conseguir ciertos efectos realizando otros actos que aparentemente no están conectados en absoluto. Quiero pensar que Tarantino pensó: "Voy a hacer la película con el clímax más brutal de la historia, y voy a realizar con todos los humanos que la vean un acto global de psicomagia". La humanidad sigue soportando un peso monstruoso: la segunda guerra mundial y el holocausto nazi. Uno de los mayores actos de crueldad (que no el único ni el peor, probablemente) que ha realizado el ser humano. Si la humanidad fuera un niño, el niño habría matado un perro a palos y cargaría con ese recuerdo toda su vida. El cine es entre otras cosas un rito para llegar a una catarsis, un deashogo de sentimientos reprimidos como la violencia, la tristeza, el confinamiento en la realidad o algo tan trivial como el aburrimiento. Quizá Inglorious Basterds es el psicomago que coge por el pescuezo al niño, ya adulto, y le lleva a mirar el cadáver de un perro atropellado. "¿Ves? ¡Igual que el que tú mataste! ¡Ahí está, míralo, no desvíes la mirada! ¡Lo hiciste, eres culpable, vive con ello, ya está! ¡Venga, dale una patada, no pasa nada ya! ¡Se acabó!".
O quizá no. Quizá simplemente se trata de Tarantino haciendo una película sobre matar nazis, con música retro anacrónica y diálogos largos. Y detrás Eli Roth diciéndole: "¿No podemos hacerla un poco más gore? ¿Por qué no haces que Brad Pitt le meta el dedo en el agujero de bala? ¿Por qué no haces que se vea cómo el cuchillo va levantando la piel de la frente?".
Veréis, creo que he pillado el truco de Tarantino (llámalo truco, llámalo estilo). No sé si os habéis dado cuenta de que en el sexo, cuanto más retrasas el momento del orgasmo, más intenso es este. Mientras estás ahí dale que te pego puedes pensar en otra cosa, visualizar cosas horrendas mataempalmes, respirar hondo o comprobar hasta dónde eres capaz de llegar calculando potencias de dos: dos por dos es cuatro, dos por cuatro ocho... (esta última me funciona personalmente, y me suelo atascar al llegar a 2048). Bueno, pues los orgasmos de Tarantino son intensas escenas de tiroteos sangrientos que suelen durar unos pocos segundos, y no te proyecta cálculos matemáticos o lotustits (no lo busquéis en Google si estimáis vuestra salud mental) en la pantalla, sino que te lleva a través de largas y silenciosas escenas y de premonitorios y tensos diálogos que en los mejores casos se convierten en míticos y que intentan retrasar lo evidente: va a haber una sangrienta matanza.
Cuanto más tardas en correrte más potente es el orgasmo. Tarantino hace lo mismo. Te tiene en tensión, te prepara, contiene la energía todo lo posible, hasta que no puedes más, y entonces deja que todo estalle en un clímax. Sus películas son sucesiones de clímax que llevan a un clímax antológico. Lo podéis ver en Pulp Fiction, lo podéis ver en Reservoir Dogs y en Kill Bill. Y en esta ocasión se ha pasado. Es lo peor de Inglorious Basterds.
Sin embargo soy fan de Tarantino y me trago todo lo que hace (excepto Jackie Brown, que es putamierda aburridísima) así que mi veredicto no es realmente negativo. Mi criterio para distinguir las buenas películas de las malas es el siguiente: las buenas películas te hacen pensar cuando sales del cine y sigues pensando en ellas y dándoles vueltas días después. Inglorious Basterds es para mí una buena película. Si no, no estaría escribiendo esto.
Creo que existe la magia, la magick, la psicomagia. Quiero hablaros de psicomagia y clímax. El clímax de esta última película es uno de los más intensos, brutos, absurdos, mágicos y trascendentales de su carrera y de la historia del cine, así que os podréis imaginar la preparación que durante toda la película te lleva a ese momento. Eso es: diálogos largos y a veces tediosos, insoportables, como nunca los había visto en una película de Tarantino. Y yo creía que los diálogos de Deathproof eran largos. Esto es lo peor que tengo que decir de I.B. Sin embargo, en estos días que os digo he seguido analizando la película, me di cuenta de que en realidad lo agradezco y es todo un hallazgo: Tarantino ha encontrado la manera de darle al cine lo que le falta de novela. De hecho en muchas ocasiones tenía la sensación de estar leyendo una novela, reposada, detallista, sin prisa.
Sobre el clímax: has entrado en la sala con la expectativa de ver gente matando nazis a millones. "A mí me prometieron que iba a ver una matanza de nazis". Una promesa cargada de raíces psicológicas e implicaciones históricas y políticas. Bueno, no diré si eso se cumple o no, sólo diré eso: CLÍMAX.
Psicomagia. El arte de curar o conseguir ciertos efectos realizando otros actos que aparentemente no están conectados en absoluto. Quiero pensar que Tarantino pensó: "Voy a hacer la película con el clímax más brutal de la historia, y voy a realizar con todos los humanos que la vean un acto global de psicomagia". La humanidad sigue soportando un peso monstruoso: la segunda guerra mundial y el holocausto nazi. Uno de los mayores actos de crueldad (que no el único ni el peor, probablemente) que ha realizado el ser humano. Si la humanidad fuera un niño, el niño habría matado un perro a palos y cargaría con ese recuerdo toda su vida. El cine es entre otras cosas un rito para llegar a una catarsis, un deashogo de sentimientos reprimidos como la violencia, la tristeza, el confinamiento en la realidad o algo tan trivial como el aburrimiento. Quizá Inglorious Basterds es el psicomago que coge por el pescuezo al niño, ya adulto, y le lleva a mirar el cadáver de un perro atropellado. "¿Ves? ¡Igual que el que tú mataste! ¡Ahí está, míralo, no desvíes la mirada! ¡Lo hiciste, eres culpable, vive con ello, ya está! ¡Venga, dale una patada, no pasa nada ya! ¡Se acabó!".
O quizá no. Quizá simplemente se trata de Tarantino haciendo una película sobre matar nazis, con música retro anacrónica y diálogos largos. Y detrás Eli Roth diciéndole: "¿No podemos hacerla un poco más gore? ¿Por qué no haces que Brad Pitt le meta el dedo en el agujero de bala? ¿Por qué no haces que se vea cómo el cuchillo va levantando la piel de la frente?".