Eras pesado, de robusto metal y resistente, al contrario del endeble plástico del que adivino son tus sucesores menores. Has sufrido mi torpeza y por ello resistido caídas, rayaduras y golpes. Pero ayer fue demasiado que cayeras de mi bolsillo en medio de la carretera y un coche, quizá un autobús, te pasara por encima.
Me compraré un sustituto ipso facto, pero siempre tendrás un lugar para mí en mi corazón y mis recuerdos. Y, créeme, me costará gran esfuerzo tirar a la basura el mazacote inerte que ahora es tu cuerpo.
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